GASTRONOMIA
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El turismo empieza a recomponer esta temporada histórica su situación económico-financiera y activa un sector generador de empleo por excelencia, que vuelve a creer en la proyección, las ideas y los incentivos.
Por Raúl Pont Lezica
En mis notas anteriores he manifestado mi visión positiva con respecto a la apertura del turismo a la temporada de verano. En muchos lugares del país ya hay movimiento y muchas reservas, que son imprescindibles para aliviar a los millones de empresarios, profesionales, empleados del sector y a los comercios y servicios de los pueblos y ciudades.
El turismo necesita empezar a recomponer su situación económico-financiera y volver a activar un sector generador de empleo por excelencia. El mercado argentino está dando respuestas, que no serán las anteriores al inicio de la pandemia, pero sí una bocanada de aire no sólo en lo financiero, sino en el hecho de volver a la actividad, a pensar y planificar proactivamente hacia adelante, con proyección, ideas e incentivos. Estar activos es lo que nos mantiene vivos.
Pero no puedo dejar de manifestar mi preocupación, después de casi un año donde lo que fue casi excluyente, tanto en gobiernos como empresas y servicios del sector, ha sido la elaboración, difusión y obsesión por los protocolos para esta vuelta a la actividad. Ahora que es el momento de aplicarlos se nota una tendencia a relajar gran parte de lo elaborado con tiempo y criterio, y muchas veces con posiciones irracionales, ideológicas o alejadas de la obvia realidad que atraviesa al mundo.
Estamos en diciembre y no hemos pasado la pandemia, muchos destinos han trabajado muy fuerte en ese sentido, pero la situación no está resuelta y no podemos ignorar la realidad de los rebrotes en el hemisferio norte que es y debe seguir siendo nuestro espejo adonde mirarnos. También hay comportamientos individuales irresponsables que ponen en riesgo una temporada en la que se necesita operar con tranquilidad y responsabilidad.
La responsabilidad es individual y en cada lugar donde circule un turista debe haber un contrato tácito con ese principio. Cada uno, visitante y local, tienen el derecho y la obligación de cuidarse y cuidar al otro, apelando a su conciencia para que unos disfruten y otros produzcan en un contrato de ganancia para todos. Ya lo dijo José Hernández en el Martín Fierro: “No es para el mal de ninguno, sino para el bien de todos”.
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